La predicción del futuro social y la corrección política

2001, una odisea del espacio
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Los científicos suelen equivocarse al predecir el futuro de la ciencia. Los escritores de ciencia-ficción también, especialmente cuando tratan de predecir avances técnicos. Considérese la película 2001, una odisea del espacio. Casi todos los avances que propone para ese año resultaron equivocados. Trece años después de la fecha del título, no tenemos una base en la luna, ni viajes tripulados a Júpiter, ni inteligencia artificial propiamente dicha, ni hibernación de seres humanos...

Viene a cuento recordar la tercera ley de la futúrica, formulada por Isaac Asimov, que dice que más importante que predecir acertadamente los avances científicos futuros es predecir sus consecuencias sociales. No habría sido una buena historia de ciencia-ficción la que se hubiese limitado a predecir el automóvil sin prever el problema del aparcamiento.

¿Tiene futuro la investigación científica?

Acelerador LHC del CERN

En las últimas décadas ha proliferado en los países de la Unión Europea y los Estados Unidos la tendencia a dar preferencia a la investigación aplicada sobre la investigación básica. Ya sé que existen convocatorias especiales de financiación para proyectos de investigación básica, pero habría que aclarar qué es lo que entienden por tal los organismos encargados de asignar los presupuestos de investigación.

Esta es la definición que da la Wikipedia de la investigación básica: ciencia o investigación científica que se lleva a cabo sin fines prácticos inmediatos, sino con el fin de incrementar el conocimiento de los principios fundamentales de la naturaleza o de la realidad por sí misma.

La investigación básica por excelencia es la Matemática pura. Otro ejemplo de investigación básica es el esfuerzo de los sistemáticos y taxonomistas por catalogar la biodiversidad. En un mundo amenazado, en el que muchas especies vivas están en peligro de extinción, apenas hemos catalogado la mitad de las existentes (algunos expertos piensan que muchas menos). Se trata de un trabajo con aplicaciones prácticas potencialmente enormes, pero no inmediatas, pues nos exponemos a perder muchas especies que podrían proporcionarnos sustancias útiles. 

Por otra parte, el trabajo de los investigadores (de todos, no sólo de los que se dedican a la investigación básica) se está convirtiendo en una carrera de obstáculos. 
  • Para ser bien evaluados, hay que publicar lo más posible. 
  • Para mantenerse al día, hay que leer cada vez más artículos, en Internet o en revistas especializadas, cuyo número también prolifera. 
  • Hay que dedicar un tiempo considerable (algunos lo evalúan en el 50%) a maquillar las propuestas de proyectos de investigación, de manera que se adapten a lo que los gestores de los fondos de investigación quieren encontrar en ellas. 
No parece muy lejano el momento en que los investigadores no podrán hacer otra cosa que leer y escribir artículos y realizar labores administrativas, sin que les quede tiempo para investigar. Cuando esto ocurra, la investigación científica se detendrá. La tecnología seguirá avanzando por inercia durante bastante tiempo: hubo avances tecnológicos importantes durante la edad Media europea.

Todo esto se complica, porque los criterios utilizados por los gestores de los fondos de investigación cambian con la misma frecuencia que las personas que ocupan dichos cargos. En las últimas décadas, hemos asistido al vaivén entre favorecer los grupos de investigación grandes (que se supone aprovechan mejor los recursos) y pequeños (que pueden estar menos esclerotizados). Por otra parte, la crisis económica ha afectado negativamente los presupuestos dedicados a la formación, con lo que cada vez se hace más difícil encontrar financiación para los doctorandos. La consecuencia es que los grupos de investigación no se remozan ni rejuvenecen, un fenómeno que tiene mayor impacto en los campos de investigación básica sin aplicación inmediata.

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Manuel Alfonseca

La partícula de Dios

Peter Higgs
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Con el descubrimiento hace dos años del bosón de Higgs, la prensa generalista y algunos científicos han lanzado las campanas al vuelo. Tal como lo presentan, este descubrimiento completa la teoría estándar de física de partículas, por lo que ya lo sabemos todo y no necesitamos a Dios. De ahí el nombre impuesto al bosón de Higgs, con el que Higgs, por cierto, no está de acuerdo.
Es verdad que el descubrimiento de una partícula cuya existencia se predijo casi medio siglo antes es un éxito espectacular de la teoría estándar, comparable al éxito que alcanzó en 1846 la teoría de la gravitación universal de Newton con el descubrimiento del planeta Neptuno, cuya existencia había sido predicha poco antes por Le Verrier y Adams. También entonces se dijo que ya lo sabemos todo

Quedaba, es verdad, un cabo suelto, una discrepancia de apenas 43
Urbain Le Verrier
segundos de arco por siglo en la precesión de la órbita de Mercurio. Le Verrier intentó repetir su éxito y predijo que esa discrepancia se debía a un planeta desconocido situado entre Mercurio y el Sol, al que incluso dio nombre: Vulcano. Durante 60 años, los astrónomos buscaron el misterioso planeta sin encontrarlo, porque el problema, en este caso, estaba en la propia teoría de Newton, que acabó convirtiéndose en una primera aproximación y pasó el testigo a una nueva teoría que sí explicaba la discrepancia:
la relatividad general de Einstein.

¿Podría pasarle algo parecido a la teoría estándar de física de partículas? ¿Vendrá también su mayor éxito seguido por su primer fracaso? ¿Queda algún cabo suelto en esta teoría, algo que aún no hemos sabido resolver?

La respuesta a la última pregunta es afirmativa. La teoría estándar de física de partículas tiene pendientes las siguientes cuestiones: